La segunda corresponde al gran éxito conseguido en el Centro Cultural de Valdebernardo
sábado, 19 de mayo de 2018
DE NUESTRAS ÚLTIMAS REPRESENTACIONES
Como una imagen vale mas que cien palabras, con todo el orgullo y reconocimiento al grupo, editamos dos instantáneas de las últimas representaciones: la primera corresponde al CENTRO CULTURAL BUENAVISTA y entendemos que debería quedar como emblema del bien hacer tanto de los actores (¡Ole,ole y olé), como de la iluminación y de la fotografía.¡Vamos un cartel de exposición!
viernes, 4 de mayo de 2018
DECÁLOGO DE NUESTRO TEATRILLO
Un decálogo, insolente y breve, sobre el Teatrillo de Chamartín.
Por
Javier Casares. Miembro del grupo de
teatro.
El gran filósofo Leibniz comenzaba
sus clases en La Corte Electoral invitando a las damas a encontrar dos hojas
iguales en el jardín. Evidentemente, no las había. En el mundo teatral aficionado
del que ya hemos hecho apasionado encomio en otra ocasión, ocurre algo
parecido. Todos los grupos tienen señas de identidad que, en muchas ocasiones,
se convierten en señas de distinción.
Este planteamiento nos anima a hilvanar un
decálogo de factores determinantes del comportamiento y funcionamiento del
Teatrillo de Chamartín El enfoque es
“gracianescamente” breve y con un punto de insolencia al intentar resumir tantas cosas buenas y
tantos esfuerzos en unas pocas líneas.
1.
Generosidad y solidaridad.
Todos los miembros del grupo están dispuestos a colaborar en
todo. Esta seña de identidad es una marca registrada del grupo. Todos ayudan a
los demás de forma absolutamente desinteresada.
2. Ilusión y compromiso.
Siempre es más fecunda una ilusión que un deber. En torno a
una concepción ilusionada del mundo teatral gira la producción artística del
Teatrillo.
Groucho Marx, en un
alarde de genial cinismo, señala que “la
felicidad se encuentra en pequeñas
cosas… Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…” En el
Teatrillo, como siempre señala su director, se trata de hacer felices a los
espectadores con mucho trabajo del grupo. Desde una perspectiva distante y
distinta del inconmensurable humorista se puede ayudar a mejorar la felicidad,
propia y ajena, con “pequeñas cosas” vinculadas con la ilusión grupal. Esta ilusión
es el barco que transporta el compromiso con los compañeros, con el
público y con las instituciones que acogen las obras representadas.
3.
Sin edades.
El grupo está abierto
a cualquier edad. Aunque predominan los adultos siempre hay una magnífica acogida para los jóvenes y adolescentes que se
han integrado con holgura y plenitud en el mismo. Lo importante es la afición
por el quehacer teatral quedando los
demás elementosl de edad, sexo… fuera de plano. La contaminación del entusiasmo
por la tarea realizada y la embriaguez de ilusionada entrega son visibles sin límites de edades.
4.
Producción artística.
El arte es vida.
Los papeles encarnados por los actores son material vivo que permite un arte
creador. Como señala Stanislavsky, el actor debe crear la vida de un espíritu
humano. Esto requiere evitar la concepción mecánica descendiendo, con urgencia, del tranvía de
los tópicos y los estereotipos. El arte
es producción y hay que actuar a la intemperie y campo a través.
La extrema sutileza de las actuaciones de los grupos
aficionados se puede vincular con la limitación temporal de sus actuaciones.
Pueden ser 3,5, 8 o 15 pero todas y cada una de ellas se convierten en “la noche del estreno”. En este sentido, se
puede apreciar una ventaja comparativa respecto a los grupos que viven de la
profesión. En estos, es más fácil que se produzca la fatiga en la repetición lo cual puede llevar al
tremebundo, y temido, “odium
professionis” (odio a la profesión).
5.
Teatro para todos.
El Teatrillo siempre está dispuesto a trasladarse a los
barrios y a los pueblos. En colegios, centros culturales, residencias de mayores… el Teatrillo acerca
el teatro a lugares donde se pueda paliar la orfandad cultural. Muchas personas
no disponen de medios económicos o de movilidad para acceder a los grandes
espectáculos del centro de la ciudad. Sus alternativas culturales y artísticas
son extraordinariamente limitadas y es vital el papel de los grupos teatrales,
o de otras actividades artísticas, que se desplazan generosamente para cubrir
este déficit.
6.
Espejo de madera.
El teatro refleja la realidad social. Es un espejo pero su
material es la madera del escenario, en términos metafóricos, en contraposición
con el cristal usualmente considerado. La alegría y la tristeza deben ser
adecuadamente representadas y, en muchos casos, hay un componente de crítica
social. Esta última no debe tener componentes mesiánicos porque, como señalan
Nabokov y Ionescu, para llevar mensajes está el cartero.
Las obras representadas por el Teatrillo, y en concreto La tercera palabra, combinan bastante bien los elementos dramáticos
y críticos con una sana comicidad que permite la diversión del público
asistente. Además, se recuperan obras de escasa representación en los tiempos
actuales, inmersos en los dictados de la moda efímera y menos interesados en
las obras atemporales e imperecederas.
7. El vestuario “actúa”.
El análisis y la
crítica convencionales centran su
atención en los directores y actores de las obras representadas. Sin embargo es
necesario reivindicar el papel de otros elementos fundamentales entre los que
se encuentra el vestuario. En este sentido podemos apuntar que el
vestuario “actúa” puesto que facilita la
conversión del actor en el personaje. La solidez de las interpretaciones
encuentra su clave de bóveda en un vestuario adecuado que permite “crecer” a
los intérpretes. El traje y la vestimenta se convierten en la segunda piel del
actor.
Las personas encargadas del vestuario y los propios actores y
directores se afanan con prontitud y exigencia en estas tareas. En La tercera
palabra, a título de ejemplo, destaca la amplitud y brillantez de las prendas
utilizadas que obligan a varios cambios en los actores de mayor participación y
que contribuyen a dar solidez y credibilidad a las interpretaciones y a la
propia historia.
8. La escenografía y el atrezzo “actúan”.
La argumentación fundamental es la misma que hemos señalado
con el vestuario. Tanto en escenarios enormes como el del Alfredo Kraus como en
los más reducidos, tipo El Pardo, el público
ha quedado cautivado con la elegancia y funcionalidad de los
decorados. Algún espectador
señalaba: “habría que dedicar una
ovación cerrada a la presentación escenográfica antes de empezar la obra”.
En los tiempos actuales el minimalismo escenográfico se
extiende por doquier. Sin pronunciarnos, por no ser momento y circunstancia
adecuados, sobre esta cuestión de fondo, si es oportuno resaltar el enorme
esfuerzo que trae consigo la puesta en marcha de estos escenarios con aires de
clasicismo. Los paneles, las palomitas,
los tornillos, los muebles etcétera, no se desplazan y colocan autónomamente sino
que encuentran su ubicación adecuada por el esfuerzo solidario de los miembros
del grupo.
En cualquier caso, el grupo es capaz de afrontar situaciones
tan adversas como la ocurrida el día dos de diciembre de 2017 en la representación de La señora recibe una carta en el Centro Cultural Valdebernardo. Ni
más ni menos que faltaron a su cita los transportistas con lo que hubo que
recurrir a material del propio centro y a la creatividad de todos, con
resultados bastante dignos en la confección de la escenografía presentada.
También el sonido, los regidores y apuntadores… juegan un
papel relevante y es la integración de todos los elementos lo que permite el
éxito de las obras.
9.
Dos grupos sustitutivos.
La seguridad teatral
del elenco es notable porque todos los
personajes tienen sustitutos y se minimiza la posibilidad de suspender, o
realizar en condiciones precarias, funciones por imprevistos de enfermedad,
trabajo profesional, viajes etcétera de los actores. Siempre hay alguien
disponible para realizar las coberturas necesarias lo cual da mucha
tranquilidad a todos.
Además este sistema de doble equipo se convierte en una
escuela de aprendizaje para todos los intervinientes al tener la oportunidad de
ver un “alter ego” continuamente. Todo esto, sin menoscabar la impronta y las
características personales que cada uno imprime en sus representaciones.
10. Identificación fáctica actor-personaje.
Si familiares
extraordinariamente cercanos señalan “pero que bicho” o se conmueven con el dolor o las disputas de la representación, como ha ocurrido en La tercera palabra, parece que se ha conseguido el éxito en la
imprescindible separación entre el actor y el personaje. Esta separación hinca
sus raíces en el proceso de posesión de los intérpretes por parte de los
personajes. El proceso está bien trazado aunque no se llegue, previsiblemente,
a los extremos de Bela Lugosi, el genial actor húngaro que encarnó a Drácula y que dormía en un ataúd , y de
Johnny Weismüller, el campeón olímpico de natación que dio vida al
inmarchitable Tarzán de los años 30 y que lanzaba de forma incandescente su
inimitable grito en la residencia de ancianos en la que pasó los últimos años
de su vida.
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