jueves, 2 de mayo de 2013

HIJA DE MARISOL


El pasado sábado, fui con mi hermana y mi cuñado a ver a su suegra, es decir, a mi madre, en la representación de una obra de teatro Nosotros, ellas y el duende.

 Me gustó la obra, es divertida y todos los actores estuvieron muy profesionales y metidos en sus papeles. Pero mi madre, mi madre, lo hizo genial.

 Sí, y no sólo lo digo por ser portadora de sus genes, sino porque según avanzaba la obra, más se alejaba del papel de mi madre y se acercaba a Antonina, señora que vivía en Palma, tenía un hijo que yo no conocía y además iba a volver a casarse.

Todo el que la conoce sabe que es una mujer discreta, que no le gusta llamar la atención, pero en el escenario, se crece. El escenario parece creado para que ella se mueva y viva la vida del personaje que representa.

 También puedo añadir que tiene mala memoria, pero esto no la amedranta a la hora de representar papeles extra-largos. Su truco, llevar una grabadora colgada del cuello, con el papel, día y noche.

 Os contaré una anécdota a este respecto. Como mi madre se pasaba el día gritando, llorando, riendo y hablando sola pensé que sería bueno contárselo a las personas que viven en mi casa, hijos, amigos, y a la persona que me ayuda con los niños y la casa.

 Cuando se lo conté, me hizo una gran revelación:  ¡estaba preocupadísima llevaba varios días observándola y pensaba que había perdido el juicio!.

Desde que es actriz, he oído cosas que esperaba no tener que oír nunca:  ¡Menuda monja entrometida! ¡Se casa por el dinero! ¡Es una lagartona! ¡Me encanta!

Eso sí, es raro verla ensayar los jueves, y…. ¿cuál es la razón?, porque tiene que cuidar a sus nietos y así su hija puede ir al taller de pintura.

 Gracias mamá.

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