Encomio incandescente del teatro de aficionados. Siguiendo
el hilo del Teatrillo de Chamartín
Estando el gran escritor ruso
Dostoieski prisionero en Siberia, en una
obvia situación de escasez de los recursos materiales básicos, solicitaba ayuda
a sus familiares con la siguiente súplica: “ Enviadme libros, muchos libros,
para que mi alma no muera”
Cambiando lo que hay que cambiar,
sin tener que sufrir las circunstancias adversas de Dostoieski, se puede
afirmar que el Teatrillo de Chamartín se empecina en gritar en todas sus
representaciones : “teatro, mucho
teatro” .
Las representaciones teatrales de
Susana quiere ser decente permiten
subir algunos peldaños en las escaleras
que permiten acceder a las cumbres del
espíritu y del corazón. La subida de los peldaños se está realizando con
holgura y plenitud debido al entusiasmo y abnegación de todos los componentes
del grupo que perteneciendo al llamado teatro aficionado enaltecen el mismo con
su entrega y compromiso “ profesional ”.
Hasta el momento se han
conseguido los ansiados llenos y aplausos tanto en recintos más “hogareños “ y amistosos, la Casa de Cantabria o , incluso
, el Colegio de los Maristas , como en lugares más difíciles y espinosos por el
desconocimiento previo del público, sus expectativas ante el hecho teatral y
sus características socio-culturales. Los casos de los centros culturales del
Barrio del Lucero y de Carabanchel son claros ejemplos al respecto. Como decían
los conserjes del centro cultural José Luis Sampedro del Barrio del Lucero, los
asistentes se desenvuelven en la duda : baile o teatro. Si no les gusta la obra
de teatro el veredicto es inapelable y cruel : se van masivamente al baile que
está al lado. Con la representación de Susana quiere ser decente del 5 de
febrero de 2016 no hubo ningún caso de deserción pero si un curioso , y muy
satisfactorio “ trasvase a la inversa”
puesto que algunos espectadores de la obra llamaron a compañeros y amigos para
que abandonaran los menesteres competitivos y acudieran a ver la representación
teatral.
El filósofo García Morente decía
que había incurrido en flagrante delito
de admiración hacia Kant. Dado el tradicional cainismo español que huye del
elogio y se prodiga en la envidia, me apunto sin rubor a cometer este
tremebundo delito en relación con los grupos de teatro aficionado que tanto
contribuyen al bienestar cultural.
En el caso del Teatrillo de
Chamartín se puede decir que la abnegación y el trabajo coral contaminan de
entusiasmo a todos sus miembros- desde la dirección a los actores pasando por
los responsables del vestuario, atrezo, decorados y un largo y provechoso
etcétera- La marca registrada del grupo
y seña de identidad básica- como señala claramente José Ignacio Pradera- es
trabajar mucho para que otros disfruten.
Esta embriaguez de entusiasta
entrega permite instalarse confortablemente en el éxito teatral medido por los
espectadores, sus aplausos y sus comentarios. Es el único premio pero supera
con creces las expectativas de los componentes del grupo.
Desde una postura fugitiva de la
autocomplacencia se puede asegurar que esta complicidad con los espectadores es
la que ilumina el camino del Teatrillo permitiendo a sus componentes esbozar una sonrisa y ¡
seguir trabajando!
En definitiva , estas líneas, con
tonalidades incandescentes , pretenden ser un encomio del llamado teatro
aficionado, encarnado en el Teatrillo de Chamartín, por su maravillosa contribución
social basada en el trabajo abnegado y el
entusiasmo desbordado de grupos de personas admirables. Catón terminaba sus
intervenciones en el Senado romano , aunque su intervención hubiera versado
sobre asuntos prosaicos como el precio del trigo o la forma de acceder a los
baños públicos, con una solemne y repetitiva proclama ¡ Y además hay que
destruir Cartago! Desde una perspectiva distante y distinta, sobre todo ajena a
la belicosidad, nos permitimos terminar este encomio señalando ¡ Y además hay
que destacar la función y el compromiso del teatro aficionado!.