lunes, 15 de febrero de 2016

¡PARA DESCUBRIRSE!


Encomio incandescente del  teatro de aficionados.  Siguiendo  el hilo del Teatrillo de Chamartín

Estando el gran escritor ruso Dostoieski  prisionero en Siberia, en una obvia situación de escasez de los recursos materiales básicos, solicitaba ayuda a sus familiares con la siguiente súplica: “ Enviadme libros, muchos libros, para que mi alma no muera”

Cambiando lo que hay que cambiar, sin tener que sufrir las circunstancias adversas de Dostoieski, se puede afirmar que el Teatrillo de Chamartín se empecina en gritar en todas sus representaciones :  “teatro, mucho teatro” .

Las representaciones teatrales de Susana quiere ser decente permiten subir algunos peldaños en las escaleras  que permiten acceder a las cumbres del  espíritu y del corazón. La subida de los peldaños se está realizando con holgura y plenitud debido al entusiasmo y abnegación de todos los componentes del grupo que perteneciendo al llamado teatro aficionado enaltecen el mismo con su entrega y compromiso  “ profesional ”.

Hasta el momento se han conseguido los ansiados llenos y aplausos tanto en recintos más “hogareños “  y amistosos, la Casa de Cantabria o , incluso , el Colegio de los Maristas , como en lugares más difíciles y espinosos por el desconocimiento previo del público, sus expectativas ante el hecho teatral y sus características socio-culturales. Los casos de los centros culturales del Barrio del Lucero y de Carabanchel son claros ejemplos al respecto. Como decían los conserjes del centro cultural José Luis Sampedro del Barrio del Lucero, los asistentes se desenvuelven en la duda : baile o teatro. Si no les gusta la obra de teatro el veredicto es inapelable y cruel : se van masivamente al baile que está  al lado. Con la representación de Susana quiere ser decente del 5 de febrero de 2016 no hubo ningún caso de deserción pero si un curioso , y muy satisfactorio “ trasvase a  la inversa” puesto que algunos espectadores de la obra llamaron a compañeros y amigos para que abandonaran los menesteres competitivos y acudieran a ver la representación teatral.

El filósofo García Morente decía que había incurrido en  flagrante delito de admiración hacia Kant. Dado el tradicional cainismo español que huye del elogio y se prodiga en la envidia, me apunto sin rubor a cometer este tremebundo delito en relación con los grupos de teatro aficionado que tanto contribuyen al bienestar cultural.

En el caso del Teatrillo de Chamartín se puede decir que la abnegación y el trabajo coral contaminan de entusiasmo a todos sus miembros- desde la dirección a los actores pasando por los responsables del vestuario, atrezo, decorados y un largo y provechoso etcétera-  La marca registrada del grupo y seña de identidad básica- como señala claramente José Ignacio Pradera- es trabajar mucho para que otros disfruten.

Esta embriaguez de entusiasta entrega permite instalarse confortablemente en el éxito teatral medido por los espectadores, sus aplausos y sus comentarios. Es el único premio pero supera con creces las expectativas de los componentes del grupo.

Desde una postura fugitiva de la autocomplacencia se puede asegurar que esta complicidad con los espectadores es la que ilumina el camino del Teatrillo permitiendo a sus componentes  esbozar una sonrisa y ¡ seguir trabajando!


En definitiva , estas líneas, con tonalidades incandescentes , pretenden ser un encomio del llamado teatro aficionado, encarnado en el Teatrillo de Chamartín, por su maravillosa contribución social basada en  el trabajo abnegado y el entusiasmo desbordado de grupos de personas admirables. Catón terminaba sus intervenciones en el Senado romano , aunque su intervención hubiera versado sobre asuntos prosaicos como el precio del trigo o la forma de acceder a los baños públicos, con una solemne y repetitiva proclama ¡ Y además hay que destruir Cartago! Desde una perspectiva distante y distinta, sobre todo ajena a la belicosidad, nos permitimos terminar este encomio señalando ¡ Y además hay que destacar  la función  y el compromiso del teatro aficionado!.

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