Cómico:
Itinerante que hacía sus representaciones
de pueblo en
pueblo.
Persona que, integrada en una compañía, representaba la comedia del arte.
De la R.A.E.
De nuevo, un año más, el grupo de compañeros
del Teatrillo
de Chmartín del que formo parte, nos reunimos y elegimos un libreto para representar una obra
de teatro.
De nuevo, cada uno de nosotros se metió, de
la mejor manera que supo y pudo, dentro del personaje que decidió representar. Para
ello tuvo que procurarse su aspecto exterior, participar en la preparación de
los cachivaches que conformarán el escenario dónde se desarrollará la acción
del libreto e incluso, el que tenía aptitudes para ello, sacar su vena
artística y conformar paneles, cuadros y
demás accesorios de la escena.
De nuevo, los integrantes de este grupo de
cómicos aficionados, debimos cargar esos cachivaches en un carromato –un “camión”,
en este caso– y llevarlos a los diferentes escenarios donde se nos solicitaba
una representación de la farsa preparada y montar, con ilusión y con esfuerzo, sobre tablados desnudos, la escena dentro de la que
íbamos a dar vida a nuestros personajes.
De nuevo, terminada la representación y
recibidos los benévolos aplausos de las gentes a las que se ha intentado
emocionar, ya vacío de público el recinto, despojarse de los trajes y de la
personalidad adquirida durante unas horas, desmontar el tinglado, cargarlo en
el carromato y más o menos satisfechos, volverse a casa, hasta la siguiente
representación, en otro lugar, y ante otras gentes dónde, de nuevo, repetiremos
todas esas tareas. Como verdaderos cómicos.
Porque mientras participo en todo esto junto
a mis compañeros, mis amigos, no puedo menos que sentirme un auténtico cómico.
Como los de antes. Como aquellos que iban de un lado a otro con su carromato
cargado de cachivaches, trajes y mucha ilusión, representando farsas llenas de
fantasías, sueños e incluso comicidad, para las gentes que acudían a veles.
Siento que mis compañeros y yo, también de
nuevo, repetimos el ritual que desde hace siglos han seguido los auténticos cómicos
que, por afición –y muy a menudo también por necesidad– se han dedicado a
recorrer pueblos y ciudades con sus carromatos cargados de cachivaches,
decorados, trajes e ilusiones. Lugares adonde iban a emocionar a gentes que
acudirían a verles.
Siento que no hay grandes diferencias entre
aquellos cómicos y los que integramos nuestro querido Teatrillo de Chamartín.
Y esto me produce un conjunto de sensaciones, tan agradables (aunque
contradictorias) que se me agarran en el alma y me conducen una y otra vez a
continuar, con mis amigos y compañeros, en el bonito juego de ser cómico
Bueno, en realidad entre aquellos cómicos y nosotros
sí hay una diferencia: a aquellos no se les permitía ser enterrados en
sagrado.