sábado, 29 de diciembre de 2018

NATI, EL UNIVERSO Y LAS MOLESTIAS

Para terminar el año y desear lo mejor para el 2019 a todos nuestros compañeros del Teatrillo así como a los miles de seguidores tanto digitales como personales en nuestras aclamadas actuaciones, publicamos una colaboración de una insigne actriz, amiga y COMPAÑERA (de fatigas.):



Nati, que una vez fue una “doncella en busca de autor”, ahora es “una doncella en busca de público”, a la que tendré el placer de dar vida en el escenario el año próximo. 
Nati está molesta ya que el autor ha sido poco generoso con ella y durante el tiempo que está en escena no la deja expresar sus sentimientos más íntimos. 
Esta es una forma de compensar a Nati, que bastante ha sufrido en su vida. 

NATI, CAMINO DE BENIDORM


Nati dormita en el asiento del tren que la lleva camino de Benidorm. ¿Cuánto  falta?... Echa una mirada rápida a la estación donde se ha detenido el tren y vuelve a dejarse llevar por la dulce duermevela que siempre le produce el vaivén del tren y que ahora le trae recuerdos de su niñez.

Campanillo  de Ranas´…. ¿porque le viene este nombre a la cabeza? Podía haberse llamado Campanillo del Duque o por lo menos Campanillo del Río, pero…. ¡ Campanillo de Ranas! Un día vio en la tele un programa sobre su pueblo, ¡no podía dar crédito! Hablaban de la “arquitectura negra”, y hasta le pareció ver la casa donde nació y se crió, cerrada a cal y canto, la casa triste y fría en la que vio morir a su madre, la casa que abandonó con catorce años y a la que juró nunca más volver.

¡Catorce  años, quien los tuviera!... Si, pero catorce años, con la experiencia que a tan alto precio ha ido comprando durante tantos años y tantos golpes, como ha ido recibiendo a lo largo de su vida. No quiere recordar, el pasado le hace daño y da un manotazo como si quisiera hacer desaparecer los recuerdos, mientras se mueve inquieta en su asiento.

Abre los ojos al tiempo que el tren sale de la estación y suavemente empieza a coger su velocidad de crucero. La imaginación de Nati se dispara y piensa en el hotel que la espera a la orilla del mar y oye la dulce cantinela: ¡Si señora! ¡No señora! ¿Qué quiere la señora? ¡A las ordenes de la señora!

Todos los años, durante un mes, Nati deja que las mañanas se deslicen tranquilas  mientras siente el beso del sol en la playa y cuando la oscuridad se hace dueña de la mar y el puerto replica las miles de luces que brillan en las callejuelas que trepan montaña arriba, Nati se siente plenamente feliz y respira a pleno pulmón la brisa que  acaricia su piel.

Cada año Nati vive el sueño renovado una y mil veces, en los once largos mes de trabajo.  Nati no se queja de su suerte, nunca pensó aquella oscura mañana cuando, una niña triste, asustada y casi analfabeta subió a un desvencijado autobús y abandonó para siempre el pueblo que la vio nacer, que llegaría a ser “doncella en una casa de postín”.
Recuerda la pensión en la que estuvo “sirviendo” cuando llegó a la capital, todavía siente en su nariz el olor acre que todo lo invadía, en sus manos los sabañones y en su cuerpo el cansancio sin fin del trabajo agotador. Luego su paso por las muchas y variadas casas en la que estuvo de “chica para todo”, trabajando de la mañana a la noche, con niños o viejos, con señoras de quiero y no puedo o con mujeres agobiadas por la vida, en casas donde el trabajo nunca terminaba.

A Nati no le asusta el trabajo y siempre tuvo los ojos y oídos bien abiertos sorbiendo como una esponja el mundo que la rodea. En el kiosco de la esquina descubrió a Corín Tellado, y primero con dificultad y luego de corrido, fue devorando aquellas novelas que la trasportaban a un mundo feliz donde podía dejar volar su fantasía, aquella fue su escuela en la capital, allí aprendió a leer a hablar y a expresarse.

Y por fin el golpe de suerte, una tarde cuando iba a comprar la última novela, el kiosquero le habló de una “casa” donde necesitaban “una doncella”. No dudó ni un momento, se presentó, consiguió el trabajo, y poco a poco se hizo la imprescindible hasta conseguir el puesto que ahora ocupa, junto con la cocinera y la asistenta, que hacen el trabajo más duro.

Muchos viajes, en tren, en barco, en avión con la Señora. ¡Si Señora! ¡No Señora! ¿Qué quiere la Señora? ¡A las ordenes de la Señora! Ahora Nati  se siente segura, porque aunque ella no lo sepa, se ha “graduado” e incluso conseguido un “doctorado cum lauden en la Universidad de la Vida”. Aunque en lo más profundo de su alma se esconde aquella niñita insegura, que necesita cada año un tratamiento de “sol, playa y dignidad”.

Nati, inmersa en sus pensamientos, no se da cuenta de que el tren va perdiendo velocidad, los pasajeros empiezan a ponerse en pie y a bajar las maletas. El tren está haciendo su entrada en la estación, Nati estira y arregla su falda, baja su maleta, mira por la ventanilla, suelta un largo suspiro y la niña que vive en su interior se prepara a disfrutar de sus bien ganadas vacaciones. ¡Si señora! ¡No señora! ¿Qué quiere la señora? ¡A las ordenes de la señora!

NATI/SOL





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