lunes, 7 de mayo de 2012

DE PARTE DE SOR MARIA DE LOS ANGELES


REQUIEM POR UNA MONJA 

Por Sol Gimeno
El pasado día 4 de mayo, desapareció de mi vida, sigilosamente, como había entrado,   Sor María de los Ángeles y yo siento un gran vacío, me acuerdo mucho de ella, la echo  de menos. En estos últimos meses me había acostumbrado a su compañía, a su constante ir y venir, a su constante cháchara, a “sus cosas”.
Era una monja nada convencional, ya entradita en años, pequeñita, pizpireta, charlatana, simpática, servicial, pedigüeña y chismosa muy chismosa; un poco ácrata, y muy generosa  con los que ella llamaba “sus queridos pobrecitos”.
Se ha ido, pero yo sigo recordándola como la descubrí allá por la primavera del año 2011. Desde el primer momento pensé que con Sor María habría un antes y un después, y aunque con ella he pasado buenos y malos ratos,  si lo pongo todo en una balanza, tengo que reconocer que ha sido una experiencia inolvidable, que nunca se repetirá. Con Sor María compartí minutos de gloria y hasta un público rendido a nuestros pies.
A través de ella he conocido a otra mucha gente: A una putilla llena de sensibilidad, a la que se la saltaban las lágrimas cada vez que oía llorar a un niño, porque su mayor ilusión era tener un hijo. A su chulo, a veces cruel, otras tierno, y siempre atractivo. A su tío, ¿o no era su tío? un  gánster mandón y pretencioso. A su padre, que desde luego no era su padre, siempre enfermo y tembloroso a causa de la fiebre, tosiendo su pulmonía y luchando contra su miedo a la vida y a la muerte. Al “Duque” un gánster duro y baqueteado por la vida, pero que podía acompañara a Sor María en sus oraciones y que misteriosamente presentaba dos personalidades,  como también las presentaba la dueña del piso Doña Pilar que a veces parecía joven y coqueta con sus faldas y blusas de gasa, buscando una nueva oportunidad para olvidar  su viudedad, en brazos de un nuevo marido y otras seguía vistiendo de alivio de luto y dejaba caer unas lagrimitas cada vez que lo recordaba.
En fin todo llega y todo pasa y nuestra querida monjita ya nunca más se escapará sigilosamente de su convento para verse con los otros personajes en cualquier escenario de cualquier lugar de Madrid alrededor de un bote cualquiera de Melocotón en Almíbar. “El Teatrillo de Chamartín”, su director, actores, y colaboradores les estarán eternamente agradecidos a Sor María, Doña Pilar, Nuria, Federico, Carlos, “el Duque” y “el Nene”.






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